La decisión de la OTAN, del pasado día 16, de desplegar fuerzas militares en los países del Este de Europa
con el objeto de reforzar la defensa colectiva de los miembros de la
Alianza constituye una medida de disuasión lógica, firme y razonable en
reciprocidad con el despliegue de los aproximadamente 40.000 efectivos militares rusos en las inmediaciones de la frontera oriental de Ucrania.
Previamente al inicio de la reunión cuatripartita de Ginebra, al día siguiente, 17 de abril, a la que asistieron los jefes de la diplomacia de Estados Unidos, Rusia, Ucrania y la Unión Europea, el presidente ruso, Vladimir Putin, recordó, en una entrevista de la TV rusa “ que el Parlamento ruso le otorgó el derechos a usar las Fuerzas Armadas en Ucrania”. Asimismo siguió amenazando a Ucrania con reducirla el bombeo de gas si no ingresaba los impagos que acumula el país por el gas importado de Rusia.
En
concreto, los acuerdos alcanzados en Ginebra, el pasado día 17, para
acabar con la violencia en la crisis de Ucrania en el que se incluye el
compromiso, por parte de Rusia, de desarmar a los insurgentes y
desalojarles de los edificios oficiales; junto a la obligación del gobierno ucraniano
de introducir en la reforma de la Constitución la mayor parte de las
competencias, salvo defensa, justicia y política exterior, suponen, en
teoría, un gran avance en el camino de la paz. Los acuerdos serán
verificados por una misión de Observadores de la OSCE que ya se encuentra en Ucrania.
Sin duda, el anuncio del despliegue de unidades de la OTAN en los países miembros del Este europeo como Polonia, Rumanía y los Bálticos, ha sido el factor que más ha afectado al Kremlin.
Por otro lado, el incumplimiento, por parte de los insurgentes
prorrusos, de lo acordado en Ginebra, es una muestra clara de que Putin
no está dispuesto a llevar a cabo lo firmado en Ginebra. Putin quiere
algo más. Ahora, quiere anexionarse el territorio ucraniano, al este del
río Dniéper, paso indispensable en su objetivo de recrear el viejo imperio soviético.
Putin ha declarado que si el gobierno de Kiev fracasa en controlar y garantizar el orden dentro de sus fronteras abrirá una puerta a la posible ayuda de Moscú -léase intervención– para proteger a las comunidades rusas que viven en Ucrania oriental. No olvidemos que el presidente ruso ha roto el compromiso ruso de respetar las fronteras de Ucrania, firmado en el año 1994, cuando Ucrania se desprendió de las armas nucleares.
También incumplirá lo firmado en Ginebra, si favorece a sus intereses.
Ante
esta actitud agresiva de Moscú, Occidente dispone de una batería de
medidas para hacer frente, principalmente, a la disuasión militar con el
despliegue de tropas señalado más arriba; a la promoción de acciones
insurgentes entre los prorrusos; a la amenaza de cortes de gas a Ucrania y, en consecuencia, a la Unión Europea; así como a la campaña de propaganda con información manipulada que está llevando a cabo Rusia.
Entre dichas medidas, se pueden destacar, en primer lugar, el despliegue militar de la OTAN
en los países miembros del Este de Europa, que ya se está efectuando.
En segundo lugar, apoyar con material a las fuerzas militares ucranianas
para aumentar sus capacidades defensivas. Una tercera medida consiste
en diversificar el suministro de gas a la Unión Europea contando, por
ejemplo, con el posible mercado del fracking norteamericano o del Norte de África. Esta medida sería muy beneficiosa para España no solo por constituirse en la llave del suministro de gas a la UE sino también porque nos uniríamos a la red de gasoductos europeos.
En cuarto lugar, y quizás sea la más resolutiva, después del despliegue de la OTAN, conforma la importante necesidad de contrarrestar la propaganda rusa. Una quinta medida consiste en incrementar la aplicación de sanciones económicas como puede ser la cancelación de los acuerdos de cooperación militar tanto por parte de Francia como de Alemania, especialmente.
Por último, otra posible opción pudiera encontrarse en ofrecer la neutralidad de Ucrania como ocurrió con Austria, a comienzos de los años 50 del siglo pasado, cuando Kruschev abandonó dicho país y aceptó que le fuera concedida la independencia mediante un acuerdo entre la URSS
y las potencias occidentales, a condición de que Austria se
constituyera en un estado neutral a perpetuidad, aunque esta es una
decisión que corresponde al pueblo ucraniano.
Estas medidas se adoptarían con flexibilidad y acierto, cuando la situación lo requiera. Es preferible optar por la POLITICA
con mayúsculas ahora, actuando con firmeza aunque haya que aceptar
dolorosos sacrificios, que ir posponiendo cualquier decisión hasta que
sea inevitable la confrontación con Rusia en el próximo futuro. Nadie
quiere la guerra.
Jesús Argumosa
http://www.onemagazine.es
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