viernes, 4 de abril de 2014

El gasto militar chino y el “statu quo” del Este de Asia


 




El primer ministro chino presentaba hace escasos días ante la Asamblea Popular Nacional el presupuesto de Defensa de 2014, con un  incremento del 12 por ciento respecto al año anterior.

Beijing es muy consciente del efecto  acción-reacción de estas cifras sobre la alianza que conforman Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, para quienes la incógnita es si, tras la consolidación y refuerzo del que ya es de lejos el segundo presupuesto militar del mundo y en el marco de la tensión que se aviva en el Este de Asia (con epicentro en las islas Senkaku), se esconde una mera estrategia de tanteo o una clara demostración de fuerza por parte de la China Popular.

 
No son pocos los analistas que quieren ver similitudes entre el actual escenario asiático y el ambiente prebélico que vivía Europa a principios del siglo XX y que culminó con la I Guerra Mundial. Pero, ¿puede realmente Beijing prender la mecha para que Japón y Corea del Sur puedan verse forzados a un conflicto diplomático e incluso armado? ¿Podrían ser las islas Senkaku el punto de discordia que haga estallar las viejas y no resueltas rencillas, todavía latentes en la región?

 
Beijing, que no quiere ni oir hablar de tener a las tropas norteamericanas a las puertas, sigue proporcionando el oxígeno suficiente para que el régimen comunista de Corea del Norte sobreviva. Estados Unidos está instalado en el Sur desde el final de la Guerra de esa nación. En el momento actual hay más de 28.000 efectivos norteamericanos en la península. Pero China tensa la cuerda, aunque es difícil saber si está ya preparada para afrontar un conflicto de escala regional.

La tensión alcanzaba un punto álgido en noviembre, con la creación de una nueva Zona de Identificación de Defensa Aérea (AZID) por parte de Beijing, en la que se incluía a las islas en disputa con Japón.

 
Ahora está por ver si, como se advirtió desde el Gobierno chino, se establecerán a lo Putin nuevas zonas de defensa aérea, lo que sería un episodio mucho más difícil de digerir para los aliados de Estados Unidos. Sin embargo, el aún débil poder naval de la nación asiática no hace prever de manera inmediata una provocación límite, que pusiera el mar del Este de China al borde de una guerra.

El problema intrínseco que afecta a Japón es que, desde el final de la II Guerra Mundial, nunca ha sido independiente en materia militar, sino que siempre se sometió a los intereses de Washington.

El país, que está abandonando a marchas forzadas ese rol de la autodefensa, prevé una inversión militar durante los próximos cinco años de 240.000 millones de dólares. Pero tanto Japón como Corea del Sur dependerían del auxilio de Estados Unidos en caso de conflicto y no está nada claro hasta donde llegaría de facto el apoyo, aun habiendo mudado al Pacífico sus intereses geoestratégicos.

Es difícil prever un conflicto en la zona a corto plazo, aunque todo dependerá de hasta qué punto lleguen las ambiciones de Beijing por reafirmar su área de influencia y de la postura que, llegado el caso, adoptará Estados Unidos, que se encuentra inmerso en un proceso de considerables recortes en los presupuestos de Defensa, que le llevarán el año que viene a tener los mismos efectivos que en 1941.

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