sábado, 7 de julio de 2012

7 de julio de 1807. Victoria en Buenos Aires sobre los invasores británicos

 



En el marco de las guerras napoleónicas y luego de haber sido desplazados de Europa por Napoleón, pero gozando de la supremacía naval que les dio su victoria en Trafalgar, los británicos decidieron tomar las colonias de los aliados de Francia, en especial las de España.
Primeros intentos
En 1806 un pequeño ejército al mando de Beresford tomó una Buenos Aires indefensa. 45 días más tarde fue desalojado por una expedición reconquistadora al mando del Virrey Santiago de Liniers. En 1807, los ingleses llegaron de nuevo el Río de la Plata; allí se encontraron con la derrota de la expedición anterior pero, decididos a apoderarse del virreinato rioplatense, tomaron Montevideo en febrero con 5.000 hombres al mando del brigadier Craufurd. Y seis meses después 9.000 hombres al mando del general Whitelocke intentaron nuevamente apoderarse de Buenos Aires.

Oficiales de las milicias de Buenos Aires
Nuevo ataque británico
A fines de junio de 1807, se pudo ver en el río la amenazante presencia británica: 110 veleros de guerra y transporte. El 28, los invasores británicos desembarcaron en la Ensenada de Barragán, 12 leguas al sur de Buenos Aires. Al saberse la noticia se convocó a las tropas y tocó a rebato la campana del Cabildo, mientras el fuerte disparaba los cañonazos de alarma.




Buenos Aires no contaba con un gran ejército, pero estaba decidida a defenderse. El Cabildo fue el brazo ejecutor, los pobladores ricos los aportantes y la población los soldados. Liniers había alistado a todos los ciudadanos, agrupándolos en batallones según sus provincias de origen, las de España y las del Río de la Plata.


Reunidas las tropas, Liniers marchó contra el enemigo con 7.000 hombres, dejando 1.600 para proteger la ciudad. En la noche del 1 de julio se situaron en el Riachuelo y el 2 apareció la vanguardia inglesa al mando del general Gower; hubo marchas y contramarchas hasta que los ingleses concentraron todas sus fuerzas.

Finalmente, en un combate desigual en los Corrales de Miserere, al oeste de la ciudad, las tropas de Buenos Aires fueron derrotadas, dejando 60 muertos, heridos y 13 cañones.

Los ingleses estaban exhaustos por las marchas y carecían de informes sobre la ciudad. Gower acampó en las afueras mientras el general Whitelocke con el grueso del ejército, luego de un largo itinerario que lo demoró, se le reunía.
Todos decididos a defenderse

En la ciudad, el alcalde del Cabildo Martín de Alzaga fue el alma de la resistencia. Ordenó abrir fosos y trincheras, levantar barricadas y ocupar las azoteas. Como desafío, para dejar clara su voluntad de vencer, ordenó iluminar y prender fogatas en todos los rincones de la ciudad.
El Virrey Liniers y el Alcalde de Alzaga /Colección del autor

Convirtió la Plaza Mayor en el centro de la defensa, pues sólo un pequeño fuerte de abobes y piedras protegía el puerto. Los extremos de la ciudad no iban más allá de 15 cuadras [manzanas] de la fortaleza en dirección, norte, sur y oeste, teniendo el río al este. Cada casa fue fortificada y hasta las mujeres y los niños se apostaron en las azoteas con calderos de agua hirviendo, granadas de mano caseras, piedras y cuanto proyectil pudieran arrojar al enemigo.

En la madrugada del 3 de julio de 1807 se recibía una intimación de rendición de Whitelocke, al que se le respondió con una negativa. Ese día, bajo una lluvia torrencial, entró Liniers con mil hombres recuperados tras la reciente derrota, reforzando la guarnición española.
El peor plan de ataque


La medalla conmemorativa de la victoria
Ni el 3 ni el 4 hubo combates, pese a que el enemigo, con 9000 hombres, volvió a intimar rendición y, al recibir la misma respuesta, se dispuso a atacar al amanecer del 5 de julio. Whitelocke organizó su ejército en dos divisiones y optó por tomar la ciudad por asalto pero adoptando el peor plan posible: avanzar dentro de la ciudad en dirección oeste-este por las calles que iban directo al río y, creyendo que su sola presencia lograría la rendición, dio la orden de marchar con las bayonetas caladas pero sin disparar un tiro. Por último, en un acto de impericia, fraccionó su ejército en 14 columnas, que irían por otras tantas calles, entre azoteas atestadas de defensores y sorteando barricadas.

Las columnas británicas sólo pudieron tomar dos puntos en los extremos de la ciudad, la plaza de toros al norte y la iglesia de San Telmo hacia el sur. Fueron combatidos en todas las calles de forma sangrienta y sus hombres cayeron por doquier. Los futuros vencedores de Napoleón en España y en Waterloo, fueron derrotados en los combates calle por calle y casa por casa.

Llegó la noche del 5 de julio y la situación se estancó; el 6 el general británico todavía probó con otra intimación a los bonaerenses, pero reconociendo el fracaso de su intento y de que lo tenía todo perdido, pidió una tregua.
Rendición británica, siendo los atacantes

Finalmente, el británico aceptó el 7 rendirse y retirarse. En la capitulación firmó la retirada de todas las tropas inglesas del río de la Plata, inclusas las de Montevideo, lo que dos años después le costaría un consejo de guerra y la degradación en Londres.

Julio M. Luqui-Lagleyze  
http://www.revistatenea.es

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