| Daniel Rajmil |
El soldado fue capturado por milicianos de Hamás en la frontera de Israel con la Franja de Gaza el 25 de junio de 2006. Gilad Shalit, convertido en todo un héroe nacional, tenía el rango de cabo en el momento de su captura pero posteriormente fue ascendido a sargento mayor. Tras una complicada operación de canje de Gilad por 1.027 presos palestinos, liberados en una primera fase 477 de ellos, el soldado volvía a ver la luz y recuperar su libertad tras 1.941 días de cautiverio.
Una confinación que ha marcado indudablemente la vida política, social y la memoria colectiva de la historia israelí reciente. Con toda seguridad, gran parte del éxito del rescate de Gilad Shalit han sido sus padres, Noam y Aviva Shalit, quienes durante estos cinco años han mostrado una perseverancia admirable en su objetivo final de despertar la conciencia política del país para devolver a su hijo a casa.
En el transcurso de este tiempo, han conseguido evocar un sentimiento de fraternidad con Gilad en el que la imagen del rostro del joven, en el momento de su captura de tan sólo 19 años, ha inundado durante todos estos años las calles de Tel Aviv, Jerusalén, Haifa, Beer Sheva y de otras ciudades del país. Marchas solidarias por todo el país, cortes de carreteras, manifestaciones permanentes delante de la residencia del primer ministro israelí, todo ha sido parte de una intensa campaña mediática donde han visitado televisiones, universidades y organizaciones para asegurarse de que la llama de la esperanza de traer a su hijo con vida no se apagase.
El recibimiento este martes de un exhausto Gilad, que volvía a casa ya con 25 años y con un futuro de recuperación por delante, cerraba la herida abierta en una familia destrozada y en una sociedad que recuperaba su orgullo nacional. Muchos israelíes podían finalmente respirar tranquilos, contentos de ver como sus esfuerzos habían sido escuchados. Algunos de ellos, cansados por el circo mediático que ha rodeado en estos últimos tiempos la campaña de los Shalit y que no ha dejado de marcar la dividida política nacional, también estaban contentos de poder seguir adelante con sus vidas con un punto menos en la lista de cuentas nacionales pendientes.
A pesar de la polémica suscitada por el alto precio del canje del rescate, ayer, cuando las televisiones y periódicos israelíes difundían las imágenes de Noam Shalit abrazando a su hijo, las lágrimas de felicidad y emoción saltaban a la vista en muchos de los bares y cafés del país. Israel también abrazaba con fuerza a un símbolo nacional que ha devuelto, por unos momentos, la satisfacción a un país que está más acostumbrado a vivir traumas que a encajar buenas noticias.
¿Liderazgo o debilidad política?
La noticia de que finalmente las negociaciones entre el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, élites militares, servicios secretos, mediadores y Hamás habían llegado un acuerdo saltaba a luz hace unos días ante la sorpresa del mundo y de muchos de los propios israelíes. No obstante, también saltaban con ella las alarmas de muchos de los familiares de las víctimas muertas en atentados terroristas. La razón es muy clara: los 1.041 presos palestinos que serán liberados como moneda de cambio para traer a casa a un solo soldado.
Son muchas las preguntas que surgen a la vista de si Netanyahu ha usado correctamente su liderazgo político y ha cedido ante la presión y el chantaje de Hamás. Un dilema lícito que azotaba agriamente a las familias de víctimas israelíes al ver con impotencia cómo los asesinos de sus seres queridos eran recibidos como héroes en Gaza ant,e una masa que brindaba honores y festejos. ¿Ha sido Netanyahu una simple marioneta de los hilos terroristas? La seguridad israelí ciertamente no verá una realidad nueva, ya que nunca ha dejado de ser blanco de los grupos terroristas y extremistas; sin embargo, se puede haber sentado precedente ante una lógica de chantaje más profunda y complicada.
Cuando el primer ministro israelí firmaba hace unos días, tras sus dos años y medio de mandato, la orden final que ponía fin al cautiverio de Gilad, lo hacía tras su promesa de traer a casa el soldado durante su mandato político. Independientemente de las preguntas morales que surgen al respeto, de sus oscuras políticas de construcción de asentamientos, sus fallidos intentos de reanudación de negociaciones de paz y sus controvertidas políticas domesticas, Netanyahu conseguía con éxito realizar su gran logro político personal.
Tras una imagen fría y en la que siempre se ha mostrado como el luchador número uno contra el terrorismo, Netanyahu, convertido en espectador de primera línea del mediático abrazo de Gilad con su padre, se convertía a su vez e indirectamente en el padre de la nación que había conseguido el regreso de uno de sus hijos perdidos a Israel. Una paternalidad política que ya ha caracterizado a muchos de los políticos de la corta pero intensa historia de Israel, empezando por el impulsor del nacimiento del estado hebreo, David Ben Gurion, pasando por Yitzhak Rabin o la carismática Golda Meier entre otros.
Benjamín Netanyahu, conocido popularmente como Bibi, ha dado el paso que la anterior administración de Ehud Olmert no se atrevió a hacer, al aprobar el alto precio para liberar a un solo soldado. Si bien es cierto que, tras un intenso verano de protestas sociales, la liberación de Gilad le traerá un respiro ante las intensas críticas que amenazan con acelerar el fin de su legislatura, no es menos cierto que con su decisión de traer de vuelta a Gilad, Netanyahu ha aportado de nuevo el orgullo nacional a Israel.
http://www.revistatenea.es/
* Daniel Rajmil es politólogo
Entradas
dificil decision por un soldado mucho ahan tenido que cede.un saludo
ResponderEliminarValoran a su gente, los otros en cambio nunca propusieron un canje, eso demuestra que un solo soldado israelì vale mas que mil de sus contrarios.
ResponderEliminarSaludos Ramòn