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Las fuerzas de la coalición combaten de forma insuficientemente activa la producción de narcóticos en Afganistán, pese a que el narcotráfico es una amenaza común para Rusia y para los países de la OTAN – declaró el presidente ruso Vladímir Putin.
El mandatario recordó que el año
pasado la producción de narcóticos en la República Islámica aumentó un
60%. A la vez, varios expertos opinan que las tropas de la OTAN y los
bancos están implícitamente interesados en que Afganistán siga siendo la
más grande narco-potencia.
Tras la retirada de las
tropas soviéticas y la brusca disminución de la ayuda occidental a los
muyahidines, el negocio de las drogas se convirtió en la principal
fuente de medios para la continuación de la lucha interna entre las
diversas agrupaciones. Más adelante, durante el gobierno de los
talibanes, los cultivos ilícitos eran castigados con la pena de muerte,
pero tras el ingreso en el país de las fuerzas occidentales dicho
cultivo resurgió. La prohibición impuesta en 2002 al cultivo de las
adormideras ya no contemplaba penalizaciones severas y los campesinos la
ignoraban. En un ambiente bélico se hace difícil dedicarse de la
agricultura y la ganadería, mientras que las adormideras, de las que se
extrae el opio, no requieren mayores cuidados y reportan grandes y
rápidos ingresos. Pero las fuerzas de la coalición prácticamente no se
dedicaban a combatir el narcotráfico. Además, esto no estaba prescripto
con precisión en su mandato para la operación antiterrorista.
Como
resultado, en el curso de diez años Afganistán se convirtió en el
proveedor más importante de opiáceos del mercado mundial. Prácticamente
cada afgano, de una u otra manera, está vinculado al negocio de los
narcóticos – dice el exjefe de la Inteligencia de Pakistán, general Asad
Durrani:
—Los
narcóticos aportan de la tercera parte a la mitad del PIB de Afganistán.
En ello están implicados de dos a tres millones de personas. Si se
quita ese factor se quedarán sin trabajo. Si se priva de los ingresos a
los narcobarones intervendrán contra las fuerzas de ocupación. Cinco
años atrás se gastaban trescientos cincuenta millones de dólares por año
en la lucha antinarcóticos. El efecto fue inverso: de año en año la
producción de duplicaba.
La suma de los
ingresos provenientes de la venta de narcóticos afganos asciende a dos
billones de dólares – según estimaciones de expertos paquistaníes. La
ONU maneja cifras algo reducidas – dice el director de la Universidad
Militar, Oleg Kulakov:
—Cuanto
se trata de semejante suma de dinero no controlado – de la cual entre
el 10 y el 12% queda en Afganistán y el resto se divide entre Pakistán,
la India y el Asia Central – cabe suponer que ese dinero es lavado y va a
parar a los más grandes bancos del mundo. O sea que esos bancos están
interesados en crear ciertas estructuras para el lavado de dinero, ya
que de otra manera esa masa no se puede digerir por sí sola. Una parte
del dinero que le tocó a Afganistán se integra en ciertos procesos
internos del Estado. Es dinero sucio, pero se disipa perfectamente en la
sociedad afgana y es una parte de su frágil estabilidad. Gran parte de
la masa de dinero integrada, por paradójico que parezca, es parte de la
estabilidad.
Por cierto que es una estabilidad
bastante convencional, si no se compara Afganistán con Somalia, donde
en general no hay un poder central y reina la anarquía – añade Kulakov.
Los miembros de la OTAN comprendieron rápidamente que una lucha férrea
contra los narcóticos complicará su situación – prosigue el experto:
—Comprendiendo
perfectamente esta circunstancia, ellos tratan de obtener ventajas.
Eligen a aquellos con quienes simpatizan entre los movimientos
enfrentados, neutralizan a otros movimientos, sin dejarles ocuparse de
eso. Es un proceso complicado y uno de los aspectos negativos con que
chocaron los miembros de la OTAN, al introducir su contingente en ese
país.
Las condiciones bajo las cuales la
situación cambiaría radicalmente son evidentes. Cuando el simple afgano
tenga un trabajo estable y una fuente de ingresos garantizada, no tendrá
la tentación que participar en el narcotráfico. Para ello debe vivir en
un Estado en desarrollo pacífico y dinámico, donde el poder central sea
reconocido por la población de las provincias y los propios
funcionarios públicos no sean tan corruptos. Los expertos dicen que
Afganistán dará el primer paso hacia su conversión en tal Estado si,
después de la retirada de las tropas extranjeras del país, las fuerzas
políticas alcanzan un consenso y forman un gobierno de coalición.
Borís Pavlístchev / http://spanish.ruvr.ru
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