La
Fuerza Aérea estadounidense continúa investigando en busca de las
razones que provocan el “misterio de la hipoxia” que afecta a los
pilotos del caza de última generación F-22 durante el vuelo
provocándoles la asfixia. El último caso tuvo lugar la pasada semana en
Hawái, si bien el piloto logró aterrizar el aparato.
Sustituidos los trajes antiG de los
pilotos, a los que inicialmente se atribuyó el problema, ante la
persistencia de los problemas de oxigenación los ojos se pusieron en el
sistema de oxígeno de los Raptor, si bien sigue sin determinarse donde
está el origen y por tanto sin darse con la solución, siendo varios los
pilotos de la Fuerza Aérea de EEUU que se niegan a volar el aparato.
Actualmente todos los vuelos de prueba se están llevando a cabo cerca
de lugares de potencial aterrizaje para permitir una maniobra de
emergencia en caso de que se produzcan nuevos incidentes.
El problema se convirtió en noticia
tras el accidente del 16 de noviembre de 2010, cuando uno de los pilotos
del F22, el capitán Jeffrey Haney, murió en un Raptor durante un vuelo
de adiestramiento. Según las investigaciones posteriores, el avión se
precipitó a tierra sin reacción del piloto, estableciéndose la hipoxia
de su tripulante como causa del accidente. El Air Combat Command,
informaba entonces que se habían registrado casos de hipoxia en diversos
grados, lo que determinó que toda la flota de Raptor fuera puesta en
tierra durante meses, periodo durante el cual el Consejo Científico de
la USAF realizó una exhaustiva revisión de todos los sistemas de
protección de vida (aircraft's life support systems) de la aeronave,
intentado identificar la causa y resolver un fallo que, todo apunta,
persiste a día de hoy.
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