La
dirección de ATENEA ha tenido la amabilidad de reproducir aquí unas
líneas que me solicitaron desde La Razón acerca de la presente crisis de
Gibraltar. Me gustaría ampliar -esta vez para unos lectores más
especializados- los razonamientos allí expuestos, usando, eso si, un
contexto general teórico de conducción de crisis.
Son
varias las crisis que me ha tocado vivir a lo largo de mi carrera
profesional, tanto en el ámbito nacional como en el OTAN. Considero que
desde el punto de vista militar -o mejor dicho de los militares que en
ellas participan- lo más importante es que el nivel político establezca
una misión o resultado final deseable en términos prácticos, es decir,
alcanzables. Esto no siempre es así, incluso a veces se falla en
reconocer que estamos inmersos en una crisis y cuáles son sus límites.
Como
excepción de lo anterior, tengo que mencionar -entre las que me ha
tocado vivir- la crisis del islote Perejil. Nuestro gobierno de entonces
fijó desde el principio que era la recuperación del statu quo de
Perejil lo que se pretendía, con lo cual el despliegue conjunto que se
estableció tenía una finalidad preventiva y nunca se buscó neutralizar
las unidades marroquíes que iniciaron movimientos en zonas alejadas. Lo
menciono como ejemplo de claridad a nivel político que se traduce en
precisión operativa en el teatro de la acción.
En
la presente crisis de Gibraltar los dos hechos fundamentales que
encuadran las posibles respuestas propias son la envergadura de los
intereses comunes que nos unen al Reino Unido y que el hecho
determinante de la crisis -el fondeo de bloques antipesca- es de
naturaleza económica.
Por eso, probablemente, nuestro gobierno ha
respondido inicialmente solo con medidas de naturaleza económicas no
escalantes -es decir que no buscan agravar la crisis- sino reaccionar
proporcionalmente al daño causado.
No
sé si nuestro gobierno habrá ya fijado un final deseable para esta
crisis así que puedo especular -desde una cierta experiencia-
estableciendo dos hipotéticas terminaciones: una inverosímil y otra
razonable. Sería inverosímil que se pretendiera recuperar la soberanía
de Gibraltar por medio de esta crisis.
Sería
al contrario razonable que se pretendiera mejorar nuestra
reivindicación permanente ante una comunidad internacional que observa
atentamente cualquier crisis que suceda en las cercanías del Estrecho de
Gibraltar. A veces nos olvidamos de que esta comunidad -algunos más que
otros- son también agentes importantes en la evolución de este tipo de
incidentes.
La
visita anunciada de la fragata "Westminster" al mando de un capitán de
Navío y de dos auxiliares de la RFA tiene una clara significación de
reafirmación de la soberanía británica -buscada o lo que es más
improbable, casual- ante la población gibraltareña y su exaltado
gobierno.
Pero esta medida -suavizada por la simultánea escala en Rota
del resto de la ´task force´ del "Illustrious"- puede tener también
efectos sobre la opinión pública española a la que no se le puede exigir
que finja ignorar la finalidad de la medida británica por mucho
tecnicismo que emplee nuestro gobierno.
Así
que si la exasperación de nuestra opinión pública aumenta o sucede un
incidente insospechado en el transcurso de la visita a Gibraltar,
nuestro gobierno puede verse obligado a introducir un factor militar en
sus opciones de respuesta de crisis. Recordemos que las crisis, como el
tango, son cosas de dos.
Si
llega ese momento -y sólo en ese momento, no antes- una de las
posibilidades de respuesta seria la reafirmación de la españolidad de
las aguas de la bahía de Algeciras por medio del tránsito y/o fondeo de
alguna unidad de la Armada.
Como el armamento sólo sería empleado para
repeler una agresión, y esto es altamente improbable, no es esencial que
sea una fragata polivalente la que materialice esta afirmación de
soberanía.
Sin
embargo, en crisis análogas de este tipo -como las actuales en los
mares oriental y meridional de China-, se pueden llegar a alcanzar
situaciones en que las colisiones son posibles. No digo que se busquen
sino que suceden.
Por ello, el tamaño -el desplazamiento- sí que importa
aquí en contraste con el armamento. Nuestros patrulleros clase
"Meteoro" tienen un desplazamiento que los pone en paridad o
superioridad a cualquier unidad que razonablemente pueda intervenir en
las escenas de tensión que se suelen producir en esta clase de crisis.
Si
nuestro gobierno decidiera reafirmar ante la opinión pública nacional e
internacional nuestros derechos con una acción análoga a la descrita -y
recuérdese que es solo un ejemplo entre varias opciones posibles- el
momento de ejecutarla también sería importante. A simple vista el
periodo idóneo sería a la finalización de la visita de los tres buques
de la Royal Navy británica a Gibraltar.
Lo
que en vertiginosos brochazos he descrito sólo busca que el lector
intuya la complejidad de las decisiones que el nuevo departamento de
Seguridad Nacional del Sr. Senillosa tiene que contemplar para conducir
una crisis que suele producirse en los momentos más incómodos, cuando en
medio de Agosto todo inclina a desconectar y ser condescendientes.
Tampoco los que tienen que decidir tienen derecho a vacaciones cuando la
soberanía y el prestigio están en juego no solo ante la opinión pública
española y gibraltareña, sino mundial.
0 comentarios:
Publicar un comentario