En toda la historia de la humanidad, nunca ha habido un arma tan destructiva como el misil balístico intercontinental SS-18 (ICBM). Para entender el verdadero poder de esta arma apocalíptica, vamos a tratar de compararlo con el misil nuclear que los EE UU usaron para destruir Hiroshima.


La bomba de Hiroshima tenía un rendimiento explosivo de “solo” 15 kilotones (KT), o el equivalente a 15.000 toneladas de TNT, y mató a 70.000 personas. En comparación, un solo SS-18 transporta 10 ojivas nucleares individuales de unos 750 kilotones cada una. Algunos misiles están armados con una descomunal cabeza nuclear de 20.000 kilotones.


Durante los primeros años de la era de los misiles, los EE UU superaban a Rusia en tecnología y resultados, pero a principios de los 70, cuando una cantidad significativa de SS-18 empezó a entrar en servicio, Moscú había salvado las distancias y empezaba a adelantarse inexorablemente. En 1990, Moscú tenía un arsenal de unas 40.000 ojivas nucleares, contra las 28.000 de los EE UU. 

Pero usando solamente las 3.000 cabezas de los SS-18 podría eliminar toda la vida humana de la parte continental de EE UU en 30 minutos.



Bautizado con el código “Satan” por la OTAN, el SS-18 pesa la friolera de 209 toneladas. Este misil ruso de gran precisión no solo puede penetrar y destruir los silos estadounidenses, que resisten una presión de 2.068 kilopascales, sino que sus propios silos están preparados para resistir 41.370 kilopascales

Increíble para un misil de su peso y tamaño (33 metros), puede moverse haciendo eses para evitar las defensas antimisiles y sus componentes microelectrónicos están reforzados para funcionar incluso en caso de ataque nuclear. 


Objetivo: “Satan”


Como el SS-18 suponía una amenaza existencial para los EE UU, el misil se convirtió en un asunto central en las conversaciones sobre armamento entre los dos superpoderes. Los EE UU se ofrecieron a desinstalar sus misiles estratégicos con base en Europa si los rusos accedían a reducir significativamente sus fuerzas misilísticas. De los 308 silos de lanzamiento de SS-18 que había en 1991, Moscú se quedó con 154, en consonancia con el tratado START I. 

Se suponía que con el START II debían eliminarse todos los SS-18, pero el acuerdo nunca entró en vigor y los misiles siguieron en sus puestos. Desde el punto de vista de Rusia, el retraso resultó providencial. 

Mientras las relaciones con los EE UU caían en picado debido a la expansión de la OTAN incluso más cerca de las fronteras rusas, Moscú decidió conservar sus super armas. Ahora, el fallido romance Rusia-EE UU de 1991 es un recuerdo lejano y está más que claro para el Kremlin que los ICBM en sus silos reforzados son imprescindibles como arma disuasoria.


Ahora, de repente, como un déjà vu, el SS-18 vuelve a los titulares, implicado en el toma y daca de sanciones. En respuesta a un amplio abanico de sanciones impulsadas por EE UU, Moscú anunció que no continuaría vendiendo motores para cohetes a los EE UU, si se podían usar con fines militares. Entonces, algunos miembros del Congreso propusieron una peligrosa estrategia.


Los legisladores de los EE UU querían que su Gobierno comenzase a negociar con el de Ucrania para que terminase la cooperación, que dura largos años, entre Kiev y Moscú para el mantenimiento de los SS-18.


Pero los estadounidenses se han llevado una desagradable sorpresa. El misil puede ser producido en los complejos de industria militar basados Yuzhni (Ucrania), pero la Federación de Científicos de los EE UU afirma: “Son empresas rusas las que realizan el mantenimiento de los SS-18 que actualmente forman parte del arsenal.” 


Por qué no deben preocuparse los EE UU


Parece que la exaltada campaña contra el SS-18 en Washington se debe principalmente al miedo atávico de los EE UU a un arma apocalíptica que, lamentablemente, no está en su poder, sino en poder de su rival.



Pero en el siglo XXI, cuando Rusia ya no es un enemigo mortal, estos temores son infundados. Un informe del Departamento de Defensa de los EE UU sobre las fuerzas nucleares rusas, realizado en colaboración con el director de Inteligencia Nacional, afirma que incluso en el peor de los casos, un primer ataque ruso tendría “poco efecto o ninguno” en la capacidad de respuesta de los EE UU. 

El informe concluye que Rusia no será capaz de alcanzar una “ventaja militar significativa mediante una expansión creíble de sus fuerzas nucleares estratégicas con el nuevo tratado START, incluso en un escenario en el que hubiese voluntad de engañar o se rompiese el pacto.”


Los congresistas de los EE UU parecen estar intensificando su retórica simplemente porque están mal informados. 


“Satan” sigue vivo


Mientras tanto, 50 años después de su implementación, el SS-18 sigue listo para el combate.

 

Las fuerzas estratégicas rusas recibirán más de 400 nuevos misiles durante los 10 próximos años, como parte de un programa de modernización, pero el Satan parece hecho para sobrevivir fácilmente hasta la década del 2040 tras algunas actualizaciones.


La página Strategy Page informa: “Las pruebas de disparo en los diez últimos años han sido exitosas, al igual que otros tests de control de calidad. A pesar del colapso del Ejército ruso tras la Guerra Fría, siguen empleándose dinero y personal para las fuerzas misilísticas, que son la defensa final del país más grande del mundo.”

Rakesh Krishnan Simha
http://es.rbth.com