miércoles, 20 de febrero de 2013

Hellfire, moral y Estrategia

 


Los ataques aéreos de aviones no tripulados se han convertido últimamente en una cuestión conflictiva grave. La controversia se centra en Estados Unidos, país que tiene la mayor flota de estas armas y que los emplea con más frecuencia que cualquier otro. De un lado, están los que las consideran simplemente como otra arma de guerra, cuya virtud es la precisión con la que atacan a sus objetivos. De otro, los que sostienen que, en general, los vehículos aéreos no tripulados se utilizan para matar a personas concretas, con frecuencia a civiles, negando así, a los individuos atacados su derecho básico a alguna forma de proceso legal.
Los sistemas de armas Predator MQ-1 y Reaper MQ-9 son aviones dirigidos por control remoto. En lugar de estar en la cabina, el piloto está en una estación de tierra, recibiendo los datos de vuelo y las imágenes visuales desde la aeronave, y devolviendo señales de mando a través de un enlace de datos por satélite. El Predator lleva dos misiles Hellfire de gran precisión que, una vez apuntados al blanco por el piloto desde tierra, atacan al objetivo con una alta probabilidad de impacto. En cuanto al Reaper lleva aún más municiones hasta 14 misiles Hellfire o cuatro misiles Hellfire y dos bombas de 500 libras.
A diferencia de una aeronave tripulada, los no tripulados pueden permanecer en el aire durante largos períodos de tiempo, una capacidad importante para atacar objetivos que sólo pueden presentar una ventana de oportunidad muy estrecha. Esta capacidad de permanencia en el aire y de golpear rápida y oportunamente cuando se presenta un objetivo es lo que ha hecho que estos sistemas de armas sean preferibles a las aeronaves de ala fija y misiles de crucero.
 
Los argumentos en contra de ataques aéreos por aviones sin tripular

Lo que hace que el ataque del vehículo aéreo no tripulado sea controvertido es que se emplean para atacar de forma deliberada a individuos específicos, en otras palabras, a personas que se sabe o se sospecha, a menudo por su nombre, son activamente hostiles a Estados Unidos o a gobiernos aliados.
Esto distingue los vehículos aéreos no tripulados de la mayoría de las armas que se han utilizado desde la época en que comenzó el uso de los explosivos. El campo de batalla moderno -y el antiguo también- han estado marcados por el anonimato. El enemigo no era un individuo distinto, sino un ejército, y matar a soldados de un ejército enemigo no llevaba consigo ningún sentido de culpabilidad personal. En general, nunca se seleccionaba a un soldado individual, y su muerte no se consideraba como un castigo, pues lo que la causaba era su pertenencia a un ejército y no las acciones que pudiera haber llevado a cabo.
Otra faceta de la controversia es que, a menudo, no está claro que los individuos objetivo de estas armas sean miembros de una fuerza enemiga. Las FAS o la inteligencia de EEUU llegan a la conclusión de que se trata de unos individuos que son hostile, basándose en indicios de la inteligencia.
El razonamiento es que cuando te diriges a un individuo en particular, sobre la base de sus relaciones, estás introduciendo la idea de la culpabilidad, y que esa culpabilidad hace que la toma de decisiones la realiza -sea quien sea- una persona que es, a la vez, juez y verdugo, sin el debido proceso. Quienes sostienen esta línea, también creen que el uso de estas armas es un proceso que no sólo produce errores, sino fundamentalmente viola los principios de los derechos humanos y le da al estado el poder sobre la vida y la muerte sin supervisión.
La objeción es que el uso de aviones no tripulados no es tanto un acto de guerra como un acto de juicio y, como tal, viola el derecho internacional que exige el debido proceso para que un soldado sea juzgado y ejecutado . En pocas palabras, los críticos consideran que lo que ellos llaman ataques con drones son ejecuciones sumarias, no actos de guerra.

 
El argumento de los ataques aéreos
El contraargumento es que Estados Unidos está comprometido en un género único de guerra, la de Al Qaeda y sus grupos aliados e individuos simpatizantes, que componen el movimiento yihadista internacional de carácter global, disperso y escaso. No son una organización militar jerarquizada.
Mientras que las fuerzas convencionales se organizan en divisiones y batallones, el movimiento yihadista global se compone principalmente de personas divididas en grupos pequeños y células frecuentemente dispersas. Su misión es sobrevivir y llevar a cabo actos de violencia destinados a desmoralizar al enemigo y aumentar su influencia política entre las poblaciones a las que desea controlar.
La unidad principal es la persona, y las personas -en particular los comandantes- se aíslan y se hacen difíciles de encontrar. Habida cuenta de sus intenciones políticas y sus recursos, las fuerzas se dispersan sin tener en cuenta las fronteras nacionales, usan su aislamiento como el equivalente tecnológico del sigilo para sobrevivir y poder montar cuidadosamente las operaciones militares contra el enemigo en tiempos impredecibles y de manera impredecible.
El argumento para el uso de ataques de aviones no tripulados es que el ataque a un individuo es como una descarga de artillería que mata a cientos de individuos, pero que en el movimiento yihadista el individuo es la unidad militar.
En la guerra, el objetivo es hacer que el enemigo sea incapaz de resistir a través del uso de la fuerza. En todas las guerras y ejércitos, los errores en la obtención de inteligencia y el descuido han hecho que en, ocasiones, la acción militar recaiga sobre gente inocente. En la Segunda Guerra Mundial, los planificadores sabían que los bombardeos que se ordenaban para atacar objetivos militares legítimos matarían a civiles. Esto es cierto en todos los conflictos militares y se acepta como una de las consecuencias de la guerra.
El argumento a favor del ataque con vehículos aéreos no tripulados es, por tanto, que el acto de matar a la persona física es una necesidad militar dictada por la estrategia del enemigo y que se lleva a cabo con el entendimiento de que la inteligencia y la precisión pueden fallar, no importa el cuidado que pongamos. Esto significa no sólo que los civiles puedan ser muertos en un ataque en particular, sino también que el ataque podría dar en el blanco equivocado. El hecho de que un individuo específico conocido esté en el punto de mira no cambia la cuestión de militar a judicial.
Estos ataques no violan las reglas de la guerra y no necesitan más consideraciones legales que las que tuvieron las miles de incursiones de los bombarderos en la Segunda Guerra Mundial. Y que hay que ser cautos al invocar el derecho internacional, pues:
La Convención de La Haya de 1907 establece que: Las leyes, los derechos y deberes de la guerra afectan no solamente al ejército sino también a las milicias y cuerpos de voluntarios que reúnan las condiciones siguientes: ser mandados por una persona que responda de sus subordinados; tener un signo distintivo fijo reconocible a distancia; llevar armas a la vista, y llevar a cabo sus operaciones de conformidad con las leyes y costumbres de la guerra.
La Convención de Ginebra de 1949 establece que también afectan a:
Los miembros de las otras milicias y miembros de otros cuerpos de voluntarios, incluidos los de movimientos de resistencia organizados, pertenecientes a una Parte en conflicto y que actúen fuera o dentro del propio territorio, aunque este territorio esté ocupado, con tal de que estas milicias o estos cuerpos de voluntarios, incluidos estos movimientos de resistencia organizados, reúnan las mismas condiciones anteriores.
Haciendo caso omiso de la cuestión de si las operaciones yihadistas están de acuerdo con las normas y usos de la guerra, no llevar un "signo distintivo fijo reconocible a distancia" es una violación tanto de los convenios de La Haya como de Ginebra. Esto significa que las consideraciones dadas a los soldados bajo las reglas de la guerra no se aplican a aquellos que hacen la guerra sin insignias.
Una insignia a la vista es fundamental para que se apliquen las reglas de la guerra. Esta norma se instituyó después de la guerra franco-prusiana, cuando francotiradores franceses vestidos de civil dispararon contra los alemanes, pues se consideró que los francotiradores ponían a los civiles en peligro, ya que era correcto que un soldado se defendiese y que, ya que estaban vestidos de civil, los francotiradores franceses -no los alemanes- eran responsables de las muertes de civiles.
De ello se deduce que, en la medida en que los militantes yihadistas no proporcionan ninguna señal de lo que son, ellos son los responsables, en virtud del derecho internacional, de que los civiles sean asesinados a causa de la incertidumbre sobre cuándo y quién es un soldado o no. Así, la responsabilidad en la determinación de la naturaleza del objetivo recae en Estados Unidos pero, si hay un error, su responsabilidad incumbe a los yihadistas que no se distinguen de la población civil.
Hay por supuesto una mayor complejidad en esto: la de atacar objetivos en países que no están en guerra con Estados Unidos y que no han dado su consentimiento a estos ataques. Pero, para bien o para mal, la declaración de guerra no ha estado de moda desde la Segunda Guerra Mundial y el movimiento yihadista ha complicado el problema sustancialmente.
La estrategia de los yihadistas es dispersarse. Parte de su estrategia es pasar de las áreas que se encuentran bajo la presión militar a lugares más seguros. Así, el núcleo de Al Qaeda trasladó su sede desde Afganistán a Pakistán. Pero la verdad es que los yihadistas operan siempre que tengan ventajas militares y políticas, desde el Magreb hasta Mumbai y más allá.
En un método de guerra en el que el individuo es la unidad principal y en el que la falta de identificación es un método primario defensivo, por lo que las operaciones de inteligencia acerca de dónde podría estar el enemigo se hace sin limitación de fronteras. Lo mismo ocurre con operaciones para destruir las unidades enemigas y los individuos. Si un país alberga a tales individuos a sabiendas, es un enemigo. Si es incapaz de destruir las unidades enemigas, pierde su derecho a reclamar la soberanía, ya que parte de la soberanía es la responsabilidad de evitar los ataques contra otros países.
Si nos limitamos a seguir la lógica que hemos expuesto, los críticos de los ataques de vehículos aéreos no tripulados tienen un caso débil. No es ilegítimo atacar a los individuos de una fuerza militar como el movimiento yihadista, y el derecho internacional les hace responsables de los daños colaterales, no a Estados Unidos. Por otra parte, el uso de la soberanía nacional requiere que se use para evitar los ataques contra otros países con los que no se está en guerra. Cuando un país no puede o no quiere dar esos pasos, y las gentes dentro de sus fronteras constituyen una amenaza para Estados Unidos, el país no tiene ninguna base legal para oponerse a las operaciones de inteligencia y ataques aéreos.
La pregunta, por supuesto, es dónde termina esto porque esta lógica no excluye a ningún país. De hecho, desde que Al Qaeda intentó en el pasado operar desde dentro de Estados Unidos, y sus agentes podrían estar en nuestro país, es lógico que Estados Unidos puedan emplear aviones no tripulados también en su propio territorio y su ciudadanía estar desprotegida frente a ataques en contra de una fuerza hostil.
Pero dentro de Estados Unidos, o de países como el Reino Unido, hay muchos otros medios que son preferibles para neutralizar las amenazas yihadistas. Cuando la policía o las fuerzas de seguridad interna son capaces de detener a los yihadistas que están planeando ataques, simplemente no hay necesidad de ataques aéreos. Son herramientas que se utilizan cuando un gobierno no puede o no quiere tomar medidas para mitigar la amenaza.

La desventaja estratégica
Hay dos puntos hacia los que me dirijo. El primero es que la indignación por los asesinatos selectivos no está, en mi opinión, justificada por razones morales o legales. El segundo es que en el uso de estas técnicas, Estados Unidos está en una pendiente resbaladiza debido a la base sobre la que ha elegido hacer la guerra.
Estados Unidos está enfrentado a un enemigo que está disperso por todo el mundo. Si la estrategia es ir a donde está el enemigo, entonces la guerra no tiene límites. Tampoco tendrá fin.
El poder del movimiento yihadista es que es difuso. No necesita grandes ejércitos para tener éxito. Por lo tanto, la destrucción de algunas de sus unidades siempre dará lugar a su sustitución. La calidad puede disminuir durante un tiempo, pero tarde o temprano se recuperará.
La estrategia del enemigo es llevar a Estados Unidos a un conflicto prolongado que valide su narrativa de que Estados Unidos está permanentemente en guerra con el islam. Quiere obligar a Estados Unidos a combatir en tantos países como sea posible.
Desde el punto de vista de EEUU, los vehículos aéreos no tripulados son el arma perfecta, ya que pueden atacar la estructura de mando yihadista sin riesgo para sus fuerzas terrestres. Pero desde el punto de vista yihadista también, ya que constituyen a la vez el arma perfecta que atrae a Estados Unidos a otros países y, con la manipulación suficiente, aumenta el número de inocentes muertos.
En este tipo de guerra, el problema de matar inocentes es práctico porque socava el esfuerzo estratégico. El argumento de que es ilegal es dudoso, y en su opinión, también lo es el argumento de que es inmoral. Bajo el punto de vista de Friedman los ataques no son eficaces para eliminar la amenaza de acciones terroristas por parte de los yihadistas.
Los vehículos aéreos no tripulados proporcionan una forma muy eficiente para destruir objetivos clave del enemigo con muy poco riesgo para las personas. Pero también para permitir que Estados Unidos sea arrastrado a otros teatros de operaciones gracias a que el coste medio de los ataques es eficiente y bajo.
Sin embargo, en la estimación de los yihadistas, el costo político para Estados Unidos es considerable. Cuanto más amplia sea la participación, mayor es la percepción de la hostilidad de EE.UU. hacia el islam, más fácil el reclutamiento para que las fuerzas yihadistas alcancen un tamaño que no pueda ser combatido por ataques aéreos aislados.
En la guerra, los enemigos intentarán que ataquemos a lo que menos les importa perder. El caso en contra de los ataques con vehículos aéreos no tripulados no es que no sean efectivos contra objetivos específicos, sino que los objetivos conseguidos no son tan vitales como en Estados Unidos se piensa. Creen que la destrucción de los dirigentes es la manera más eficaz para destruir la amenaza del movimiento yihadista. Pero, de hecho, sólo se reduce la amenaza, mientras que un nuevo liderazgo emerge.
La fuerza del movimiento yihadista es que es global, escaso y disperso. No presenta objetivos cuya destrucción debilite el movimiento.
El problema de los vehículos aéreos no tripulados es que son tan eficaces desde el punto de vista de EEUU que se han convertido en el arma de primera instancia. Por tanto, se está arrastrando a Estados Unidos a realizar operaciones en áreas nuevas por lo que parece ser un bajo coste. Pero a la larga, no está claro que el coste sea tan poco.
No es posible una estrategia militar capaz de derrotar a este movimiento, pues en su raíz, la verdadera lucha contra los yihadistas es ideológica y esta lucha simplemente no se puede ganar con misiles Hellfire. Una estrategia de mitigación mediante ataques aéreos sí es posible, pero no debe convertirse en geográficamente ilimitada. Los vehículos aéreos no tripulados llevan a la ilimitación geográfica. Ese es su encanto, ese es su peligro.

George Friedman

http://www.revistatenea.es


Lean el original en ingles: Hellfire, Morality and Strategy | Stratfor

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