Desde 1998, el Instituto de Medicina (IOM) de EE.UU., establecido en 1970 por la Academia Nacional de Ciencias, ha publicado varios informes sobre las consecuencias sanitarias de las sucesivas guerras del Golfo, basándose en la legislación aprobada por el Congreso para responder a las peticiones de veteranos enfermos de la primera guerra del Golfo y que ordenaba al secretario del Departamento de Asuntos de Veteranos (VA) que entrase en contacto con la Academia Nacional de Ciencias para revisar y evaluar la literatura médica y científica en relación entre enfermedad y la exposición a riesgos provocados por agentes tóxicos,
medioambientales o de guerra, y las medicinas o vacunas asociadas con
el despliegue en la citada guerra; asimismo debería considerar las
conclusiones para tomas decisiones sobre posibles compensaciones a los
veteranos. Hasta la fecha se han publicado ocho volúmenes, el séptimo
sobre “Las consecuencias a largo plazo de las heridas cerebrales traumáticas”.
Recientemente,
el IOM recibió una petición del Departamento de Asuntos de Veteranos,
preocupado por los efectos a largo plazo para la salud de la exposición
de los soldados a explosiones, para realizar un estudio cn el que valorar la información científica
relevante al tema y extraer consecuencias en relación con la validez de
las evidencias de una relación entre la exposición a explosiones y la salud, y que presentase recomendaciones para orientar las investigaciones futuras sobre el tema.
La importancia de la petición de la VA se debe a que en las operaciones en Irak y en Afganistán ha destacado la importancia del empleo por los insurgentes y talibanes de explosivos improvisados (IED),
que han provocado el 75% de todas las bajas militares estadounidenses.
En Afganistán, desde 2001, han fallecido en operaciones unos 1.380
soldados y otros 9.813 han sido heridos por IED, y de marzo de 2003 a
noviembre de 2011, en Irak, murieron unos 2.209 soldados y otros 21.743
fueron heridos.
Estas cifras son solamente de los que han muerto o han
sido heridos en operaciones, pero otros muchos soldados han estado expuestos a explosiones en las operaciones, y han podido sufrir lesiones,
sin que recibiesen atención médica inmediata, por lo que no están
incluidos en las cifras anteriores, y que pueden tener que recibir
tratamiento en el futuro.
Las explosiones, según el IOM, pueden provocar cinco tipos principales de heridas:
- primarias: causadas por la propia onda explosiva;
- secundarias: causadas por los fragmentos de metralla lanzados por la explosión;
- terciarias: debidas a la aceleración del cuerpo o de partes del cuerpo causada
- terciarias: debidas a la aceleración del cuerpo o de partes del cuerpo causada
s por
la onda explosiva o el viento provocado por la explosión;
- cuaternarias:
el resto de heridas directamente provocadas por la explosión, pero no
incluidas en otras clasificaciones (por ejemplo, quemaduras, exposición a
sustancias tóxicas y traumas psicológicos);
- quinarias: las enfermedades provocadas por sustancias químicas, biológicas o radiológicas diseminadas por una bomba.
Como consecuencia de la petición, el IOM nombró un “Comité sobre la Guerra del Golfo y la Salud: Efectos a largo plazo de la exposición a explosiones”, que ha elaborado el noveno informe de la serie “La Guerra del Golfo y la Salud. Efectos a largo plazo de la exposición a explosiones”.
El Comité debía revisar, evaluar y resumir la información científica y médica disponible asociada con la respuesta a la exposición a explosiones y las consecuencias subsiguientes para la salud, agudas y a largo plazo, entre los veteranos de la Guerra del Golfo.
Para establecer sus consecuencias y recomendaciones, el Comité debía considerar la validez de la evidencia científica, replicar los resultados, su significado estadístico y la adecuación de los métodos científicos
utilizados para detectar la asociación; en cualquier caso en que
hubiese pruebas de una asociación aparente, si hubiese una confianza
razonable de que la aparente asociación no se debía a suerte, sesgo o
confusión; el aumento del riesgo de enfermedad entre las personas o
animales expuestos a las heridas por explosiones; si existe un mecanismo biológico plausible
u otro tipo de evidencia de una relación causal entre la exposición a
la explosión y los efectos negativos sistémicos para la salud a largo
plazo; si el tipo de explosión (onda explosiva conformada frente a una
onda explosiva difusa) está asociado con un modelo de herida; y si las mejoras en la protección individual y colectiva
frente a las explosiones se asocian a una disminución de las heridas
por explosiones.
La idea era la respuesta a la pregunta: ¿puede
mantenerse que se asocie una explosión con un problema de salud
específico?
El Comité utiliza cinco categorías de relaciones entre causa y efecto para su estudio: hay evidencias suficientes de una relación causal;
hay evidencias suficientes de una relación; hay evidencias limitadas de
una asociación; hay evidencias insuficientes o inadecuadas de una
relación; y hay evidencias limitadas de que no hay relación entre
explosión y efectos para la salud.
Las conclusiones del estudio son:
Resultados sobre la salud humana:
- Existe evidencia de una relación causal: heridas penetrantes en los ojos provocadas por explosiones con cegueras permanentes y disminución de la visión; problemas a largo plazo en órganos genitourinarios
(hipogonadismo, infertilidad, disfunción erectil), provocados por
heridas graves, aquellas que suponen una pérdida estructural o funcional
que no puede ser reconstruida.
- Hay evidencias suficientes de relación: desarrollos de trastorno de estrés postraumático (PTSD), disfunciones endocrinas (hipotiroidismo y deficiencias de producción de hormonas del crecimiento) en casos de heridas cerebrales traumáticas (TBI)
graves o leves; síntomas de conmociones y dolores de cabeza
persistentes en casos de TBI leve; en casos de TBI graves o moderadas no
debidas a explosiones, discapacidad neurológica permanente, incluyendo
disfunciones cognitivas, dolores de cabeza y ataques de apoplejía no
provocados; efectos a largo plazo en la piel.
- Evidencias limitadas de asociación: encefalopatología traumática crónica con disminución cognitiva y conductual
en caso de heridas traumáticas cerebrales por explosiones periódicas;
efectos a largo plazo sobre el tímpano; heridas en miembros, incluyendo
amputaciones, provocadas por las explosiones y resultados a largo plazo
para el miembro afectado y el sistema cardiaco; perforaciones y hemorragias gastrointestinales agudas y laceración de órganos; consecuencias a largo plazo para el sistema musculoesquelético y complicaciones por quemaduras.
- Evidencias insuficientes: zumbidos y efectos a largo plazo sobre el procesamiento auditivo central y sobre el equilibrio y el vértigo;
sobre la visión; efectos a largo plazo sobre la función cardiovascular,
la función pulmonar y síntomas respiratorios, gastrointestinales (en
caso de no haber heridas gastrointestinales graves); en órganos
genitourinarios, en caso de heridas parciales; y sobre infecciones.
Además existen evidencias de coincidencias en los síntomas de heridas cerebrales traumáticas leves
y de PTSD por exposición a explosiones, con una limitada evidencia de
que la mayoría de los síntomas compartidos de ambas son explicadas por
PTSD y no como un resultado directo de una tbi sola; y existen
evidencias inadecuadas para valorar la contribución directa de las
explosiones a depresiones, a los trastornos por ingestión excesiva de
drogas y al dolor crónico, si bien la asociación entre el PTSD y estos
trastornos está bien establecida.
En
relación con la protección frente a explosiones el informe indica que
hay evidencias suficientes de una relación entre el empleo de equipos de protección personal, incluyendo chalecos de protección balística y gafas de protección,
y la prevención de heridas penetrantes y contusiones provocadas por la
exposición a las explosiones; sin embargo, hay evidencias limitadas para
determinar si hay una asociación entre el suso del equipo personal de
protección actuales y la prevención de heridas primarias provocadas por
las explosiones.
Finalmente, el Comité incluía doce recomendaciones,
desde que el VA realice una evaluación rigurosa sobre si los actuales
métodos de detectar resultados para la salud son adecuados a que el Departamento de Defensa
desarrolle sistemas que midan los componentes esenciales de las
explosiones y las características del entorno de las explosiones y que
registre y almacene los datos y los enlace con datos individuales.
Asimismo, que el VA realice y apoye investigaciones conjuntas epidemiológicas y para identificar biomarcadores de las heridas de explosiones; etc.
Julio Garulo
http://www.onemagazine.es
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