Todo
comenzó durante su visita a Tokio en la cumbre de la cual,
correspondientemente, Pekín anunció la creación de la nueva zona de
identificación. En correspondencia con el nuevo orden, anunciado por el
gigante asiático, todas las naves aéreas que planifiquen un vuelo a
través de la zona deberán informar con antelación sobre ello a la parte
china, presentar un plan de vuelo y mantener comunicación con las
estructuras correspondientes.
Japón, EEUU y Corea del Sur no solo se
expresaron decididamente contrarios a la introducción por parte de China
de esta zona, sino que ejecutaron una serie de vuelos demostrativos de
sus aviones a través de ella. Los vuelos de los aviones militares
deberían subrayar que lo recién implantado por los chinos sería
completamente ignorado por Washington, Tokio y Seúl.
En las
conversaciones entre Shinzo Abe y Joseph Biden fue confirmada esta
posición duramente crítica con relación a la zona. Las partes acordaron
que “no habría cambio alguno en los vuelos de los aviones militares de
ambos países en dicha zona”.
Además, nuevamente fue remarcada la
invariabilidad de la dirección hacia el reforzamiento de las relaciones
de alianza entre EEUU y Japón “en nombre de la paz y del florecimiento
de toda la región”. Parecidas declaraciones se pueden esperar también
por parte de Seúl, la que se convertirá en el último punto del viaje de
Biden por la región.
La
implantación de la zona de identificación debe ser analizada, no
solamente como un determinado paso en el desarrollo del conflicto
chino-japonés, sino también como un nuevo giro en las relaciones
chino-norteamericanas, señaló en una entrevista con La Voz de Rusia
el consejero del Centro de Investigaciones Políticas de Rusia
(Centro-IPR), Dmitri Evstáfiev. En determinado sentido, China lanza un
serio desafío a EEUU y sus intereses en la región, subraya el experto:
—Pekín,
por primera vez, ha impuesto determinadas reglas del juego en una
región que no está directamente al lado de su territorio nacional. Para
EEUU esto es un serio desafío, porque en los setenta años anteriores,
solamente ellos implantaban las reglas en esta región. Está claro que si
no obligan a China a retractarse, significará que el potencial como
aliado de EEUU, o sea, la posibilidad de defender a sus aliados, se verá
considerablemente deteriorado.
Fuera
de la presión política, EEUU no tiene ninguna otra posibilidad de
reaccionar ante la situación con un método diferente, presupone Dmitri
Evstáfiev y pronostica que es poco probable que EEUU tome medidas
militares duras para “hacer entrar en razón” a Pekín.
Esto es para EEUU
un gusto demasiado caro, tanto desde el punto de vista práctico como
desde el punto de vista de su imagen. Pero, por otro lado, Washington
tampoco puede desatender los últimos pasos de los chinos, por cuanto su
silencio puede ser valorado como una debilidad de EEUU.
Pekín
por ahora no tiene intención de retractarse. Precisamente la víspera de
la llegada de Joseph Biden a Pekín, el representante del Ministerio de
Defensa declaró que China está dispuesta a ejecutar un completo control
de la zona de identificación de defensa antiaérea implantada en el mar
del Este (mar de Japón), y para ello aplicar medidas decisivas.
La
escalada de la tensión lleva a consecuencias desagradables que
probablemente no fueron calculadas con antelación por parte de Pekín.
EEUU está obligado a implicarse, cada vez más activamente, en la disputa
territorial entre China y Japón, algo en lo que China, naturalmente, no
está interesada.
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