Esamosca imprudente y tozuda que
trata de espantar en vano podría estar simplemente fotografiando los
documentos de su escritorio, en los que trabaja. Puede ser increíble,
pero también cierto. Y si usted trabaja en una oficina de proyectos
secretos tratará entonces de cazarla y, en el futuro, de pulverizar el
lugar con insecticidas. Alexander Mijailov, miembro del Consejo de
Política Exterior y de Defensa afirma que, admitida la creación del biorobot espía, ello puede reportar minutos desagradables a los rivales:
—Para
distraer de sus tareas un servicio secretoextrajero para que no se
ocupe más que de cazar cucarachas, basta con decir, por ejemplo, que
nosotros inventamos y que los pasillos de Mossad los recorre una
cucaracha rusa que acumula información. La consternación está
garantizada.
A propósito, Alexander Mijailov
sabe lo que dice. Hace un par de décadas, en calidad de mayor del KGB de
la URSS, en el día de las bromas, que en Rusia se celebra los 1º de
abril, lanzó el “bulo” que existen cucarachas con videocámaras montadas y
con antenas en los bigotes que se dedican a reunir informaciones. Por
cierto que en la CIA y en la Lubianka no le creyeron, pero a uno y otro
lado del océano realizaron una limpieza especial de los recintos más
resguardados, con fines higiénicos, naturalmente.
Sin
embargo, como ocurre a menudo con los escritores de ciencia ficción, la
invención se tornó realidad. En Rusia se realizan en nuestros días
exitosos experimentos sobre el empleo potencial de seres pequeños para
tareas de espionaje. A ello se refiere Karina Sarkisova, doctora en
Biología del Instituto de Neurofisiología de la Academia Nacional de
Ciencias:
—Con mi
grupo logramos que el animal del experimento siguiera laruta que
queremos, es decir, de un objeto a otro, subiera por una escalerilla, la
bajara y tomara luego a la derecha o a la izquierda. Todos los animales
tienen zonas en el cerebro, cuyo estímulo eléctrico suscita un estado
de euforia. En una rata insertamos electrodos en esa zona y, en la
espalda pusimos una mochilla con un generador de corriente. Yo dirigía a
la distancia con ese generador de corriente que permitía irritar la
estructura del cerebro. Simplemente observaba los movimientos de la rata
en la pantalla del notebook y la estimulaba, si hacía el movimiento en
la dirección necesaria. Yo la dirigía presionando teclas y estimulando,
pero el objetivo final es mucho mas complejo aún, o sea, hacer todo eso
con la mente. Y en eso no hubo problemas tampoco.
Hoy
en día se considera muy promisorio este campo en la ciencia, indicaba
Viacheslav Dubynin, profesor de la Facultad de Biología de la
Universidad Lomonosov de Moscú:
—Estos
experimentos suscitan un sinnúmero de interrogantes desde el punto de
vista de la bioética. Pero, por otra parte, imagínense que no sea
empleado con fines militares. Y por ejemplo que, esa misma rata va a
deambular con una videocámara bajo los escombros de un edificio
desplomado, como consecuencia de un terremoto, y ello ayuda a encontrar
personas atrapadas allí. De ahí que esto sea interesante y promisorio.
Es cierto que resulta bastante dudoso, con respecto a los insectos,
porque son necesarios dispositivos muy pequeños que, difícilmente puedan
cargar las cucarachas. Pero, en principio, si van a ser creados tales
medios, ¿por qué no?
Está claro que, en el
siglo de las nanotecnologías, las dimensiones no son problema. Baste
recordar que, hace no mucho, una computadora ocupaba una habitación,
mientras que hoy día cabe en la palma de la mano. Lo mismo vale para la
fuente de energía. Se han realizado ya experimentos por los que, los
caracoles y las cucarachas pueden generar ellos mismos la energía para
los transmisores insertados en ellos. En esencia, solo resta pensar en
cómo proteger estos singulares espías rabudos, alados, de seis patas de
las diligentes empleadas del aseo, y comenzará entonces la producción en
serie de estos biorobot s de doble uso.
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