Las
Fuerzas Armadas de Israel -conocidas por su acrónimo hebreo Tsahal-
acaban de cerrar un intenso ciclo de preparación ante los más
catastróficos escenarios, registrándose éstos en su frontera con Egipto,
con Siria, con Líbano, o una combinación de las tres.
Da la impresión
que, desde el Ministerio de Defensa y desde el Estado Mayor, hubieran
recibido orden del Gobierno para prepararse para un posible "verano
caliente", dada la probabilidad, cada vez mayor, de que la guerra civil
siria o el caos político egipcio lleguen a provocar algún tipo de
incidente fronterizo, que requiera de una respuesta rápida y eficaz.
Maniobras en los Altos del Golán
En
su visita no anunciada a unas maniobras realizadas el pasado 26 de
junio por la prestigiosa Brigada Golani junto a la frontera con Siria,
el primer ministro Benjamín Netanyahu enfatizaba que "el ejercicio no
muestra un escenario teórico", sino aplicable a "una realidad dinámica
que cambia muy rápidamente a nuestro alrededor". Netanyahu daba así a
entender que Israel se mantiene como un islote de estabilidad dentro de
una región inmersa en un proceso de deterioro en todos los ámbitos
-militar, político, económico, social, religioso- que podría obligarle a
actuar preventivamente.
Acompañado por el ministro de Defensa,
Moshe Ya´alon, Netanyahu se dirigía a la tropa en un tono que se salía
de lo habitual, llegando a añadir, en relación con el régimen sirio, que
lo que hay que hacer es "romper la voluntad de nuestros enemigos y
asustarlos de muerte".
La belicosidad de este discurso del primer
ministro era luego criticada por antiguos responsables de seguridad,
como por ejemplo el que fuera director del servicio de inteligencia
exterior -el Mossad- entre 2002 y 2010, Meir Dagan, quien reprochaba
públicamente a Netanyahu por insultar e irritar a Bashar el Assad de
forma innecesaria. "Si quieres disparar, dispara y calla", señalaba
irónicamente Dagan en el marco de una conferencia impartida en la
Universidad de Tel Aviv.
Durante la misma, el ex director del Mossad
argumentaba que la caída de Assad sería positiva para la seguridad
nacional israelí, pero que no había necesidad de herirle en su honor y
amor propio, lo que podría resultar contraproducente.
Graduación de las Fuerzas Aéreas
Al
día siguiente, se celebraba la graduación de la 166ª promoción de
pilotos de combate de las Fuerzas Aéreas de Israel. En este caso, el que
tomaba la palabra era el presidente del Estado, Simón Peres, para
recalcar la necesidad de hacer frente a los retos y desafíos emergentes,
pero también de aprovechar las oportunidades.
Así, Peres le sugería al
Gobierno -Netanyahu estaba también presente en la ceremonia, aunque se
mantuvo en un segundo plano, tras la polémica desatada por sus
declaraciones del día anterior- que aprovechara el revuelo del momento
en Siria, Líbano y Egipto para forjar un acuerdo de paz con los
palestinos.
Por su parte, el jefe del Estado Mayor, Benny Gantz,
empleaba su intervención ante los nuevos pilotos de combate para enviar
un aviso a navegantes a la milicia chiíta libanesa Hizbulá,
especialmente a su secretario general, el jeque Hassan Nasrala, por
involucrarse abiertamente y tomar partido en la guerra civil siria. Pues
aunque la actual división de Hizbulá en tres frentes -Israel, a nivel
doméstico libanés y Siria, donde habría sumado ya más de 200
guerrilleros muertos y varios cientos de heridos- le haga atravesar por
una coyuntura de debilidad, ésta se convertiría en fortaleza en el caso
de imponerse finalmente el régimen de Assad.
Ejercicio a escala nacional
El
hito culminante entre los preparativos durante el pasado mes de junio
era un simulacro nacional, el día 23, que conllevó la movilización de
miles de soldados y reservistas, así como de personal médico del Magen
David Adom (similar a la Cruz Roja), de la Policía Nacional y de la
Guardia de Fronteras. Esto es, un ejercicio integral planificado desde
el Estado Mayor con un año de antelación y llevado a cabo sin aviso
previo a los mandos de la mayoría de las unidades.
El ejercicio
combinaba varios escenarios de ataques terroristas simultáneos,
incluyendo la toma de varios hoteles y el secuestro de rehenes por parte
de un grupo de yihadistas, para poner a prueba las capacidades de las
diferentes unidades de negociación y contra-terroristas.
También se
simulaba la infiltración de enemigos en el interior de una base militar y
el cruce de más yihadistas procedentes de la península del Sinaí dentro
del desierto del Neguev. Además se contaban numerosas bajas civiles
para así poner en marcha los servicios de emergencia, encargados de
clasificar los heridos según su gravedad y conducirlos a los hospitales y
clínicas más cercanos.
Anteriormente a este simulacro nacional,
en el que participaban sobre todo las fuerzas especiales del Tsahal, el
Ejército de Tierra llevaba a cabo su ejercicio anual conjunto en la base
militar de Shizafon (situada en el Neguev, a unos 40 km de la frontera
con Egipto).
En este caso, el escenario elegido era la toma de un
pequeño pueblo árabe -que, a pesar de tener las banderas de Líbano y de
Hizbulá ondeando en su entrada, podría simular cualquier aldea siria o
egipcia- a partir de un despliegue de fuerza de los diferentes
componentes terrestres: un avión no tripulado del modelo Skylark para
labores de inteligencia previa, una pieza de artillería, varios tanques y
vehículos blindados, así como francotiradores y soldados.
Estos
últimos se desplegaban bajo la cobertura del fuego de artillería y la
protección de varios Merkava-3 -uno de los cuales resultaba averiado y
tenía que ser rescatado haciendo uso de un remolcador blindado- para
penetrar en uno de los inmuebles y, desde ahí, procedían a entrar en los
inmuebles anexos utilizando tácticas de guerrilla urbana.
Toda una
demostración de fuego real ante la plana mayor del Ejército de Tierra y
una nutrida grada de oficiales recién graduados que todavía no han
entrado en combate. Pero que, tal cómo evoluciona la región, podrían
tener que hacerlo en breve.
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