El Ministerio de Defensa comunicó el mes pasado que se destinarán
150 millones de dólares en la reparación y modernización de uno de los
cruceros con misiles atómicos pesados más poderosos de Rusia,
perteneciente al proyecto 1144 Orlan, el Almirante Najimov.
El buque fue construido en 1983 en San
Petersburgo como un medio de reacción contra los grupos aerotransportados
americanos. Su armamento principal eran 24 misiles crucero supersónicos Granit
con cabezas nucleares.
Guiados por un sistema de
inteligencia
artificial son capaces de hundir cualquier tipo de objetivo naval
individual o
colectivo. Además de esto el crucero será invulnerable a los ataques de
misiles
y de la aviación enemiga ya que sobre cubierta se desplegará todo un
arsenal:
un sistema de lanzamiento antimisiles de larga zona de impacto FORT de
96 misiles (el análogo del S-300PMU de infantería), un sistema de
lanzamiento de misiles
Kinzhal de 128 misiles (análogo del Tor), 2 plataformas de lanzamiento
antisubmarinos Vodopad y 6 plataformas de artillería de misiles antiaérea de
cercanía Kortik.
Incluye una plataforma de misiles análoga al
sistema de lanzamiento de misiles autotransportado Iglá y dos piezas de
artillería de seis cañones de disparo rápido, que los marineros llaman con
cariño fresadora porque hace más de 1000 disparos por minuto y literalmente
corta el objetivo en trocitos.
También está previsto incluir en armamento
puramente de artillería, como la pieza de artillería automática de dos cañones
AK-130 (AK en este caso significa "automática naval" y no tiene
ninguna relación con el Kalashnikov) así como sistemas de salvas para luchar
contra submarinos enemigos y saboteadores marinos.
Un Ermitage flotante
Toda esta potencia de fuego irá en un cuerpo
no menos impresionante. El ingeniero jefe del barco, Guennadi Starshinov,
compara a su criatura con cierto orgullo con el Ermitage o con una casa de
veinte pisos, de las cuales seis se encuentran bajo el agua.
El barco tiene 250 metros de largo y 29 de
ancho. Dentro hay más de 1.500 estancias para diferentes funciones con una
superficie mayor que el Ermitage. La tripulación (casi 900 personas) se aloja
en camarotes de oficiales individuales o dobles, o en compartimentos de seis a
treinta plazas.
Dispone de sauna con una piscina de seis
metros, baños individuales y colectivos. Para el ocio de los oficiales hay un
salón con billar y piano, para los marineros un club con doscientas plazas que
puede convertirse en una sala de deportes equipada con aparatos modernos. A
bordo hay un ambulatorio de dos pisos, también dispone de un estudio de televisión
y una tipografía. La autonomía del buque sin repostar víveres es de 60 días.
Joyas del pasado soviético
Hasta comienzos de los años 90 el crucero
representó con orgullo a la URSS en mares y océanos. Pero debido a problemas
con el reactor y al inicio de las transformaciones en el país, acabo amarrado
en la base central de la Flota del Norte, Severomorsk.
La única perspectiva que quedaba era
trasladarlo al taller de reparación de barcos para su reciclaje. Contra esto
lucharon los veteranos de la Flota y la industria militar, considerando que en
la Rusia moderna nunca se podría construir este tipo de buques y que por lo
tanto era imprescindible conservar por lo menos los que ya había. Se llegó a
crear un fondo de beneficencia.
Sin embargo no consiguió reunir el dinero
necesario para su reparación. También había cambiado la concepción de la
dirección militar del país sobre el papel de la Flota de guerra a la hora de
garantizar la seguridad.
El Comandante en jefe de la Flota de guerra,
el almirante Vladímir Kuroyedov, declaró a comienzos de los años 2000 que Rusia
construiría una flota oceánica de costas para la defensa de sus aguas
territoriales.
Parte del gran juego
El profesor de la Academia de Ciencias
Militares Vadím Koziulin, considera que la decisión de que el crucero vuelva a
formar parte de la flota de guerra, viene dictada por el deseo del Kremlin de
convertirse en un contrapeso político a la Casa Blanca, y volver al club de los
principales estados del mundo.
También está la necesidad de defender sus
aguas árticas, ricas en hidrocarburos y los territorios lejanos en el mar
Báltico (región de Kaliningrado) y en el Océano Pacífico (islas Kuriles).
Con este fin se compraron a Francia dos
grandes portahelicópteros de desembarco tipo Mistral y a marchas forzadas
comenzaron los trabajos para la creación de un nuevo caza naval MiG-29K para
reforzar el armamento del único crucero portaaviones que quedaba en servicio en
la flota de guerra, el Almirante Kuznetsov. Todo esto con el telón de fondo de
las conversaciones sobre la creación de bases en el extranjero para la flota en
Vietnam y Venezuela.
“Cualquier portahelicópteros o portaaviones”,
dice el antiguo vicecomandante en jefe de la Flota de guerra, Ígor Kasatonov,
“necesita protección”. “Fue precisamente para este tipo de operaciones que se
diseñó, en su momento, el proyecto de crucero 1144”.
El crucero Almirante Najimov renovado debería
entrar en servicio en la Flota de guerra en 2018. Para entonces la flota
contará también con dos portahelicópteros franceses, y se recibirán los cazas
navales para reforzar el armamento del crucero portaviones Almirante Kuznetsov.
Como resultado de todo esto Moscú dispondrá de
dos escuadras oceánicas capaces de pasar largas temporadas fuera de las aguas
territoriales. Su potencia de fuego, por supuesto, no será equiparable, por
ejemplo, a la de la flota americana. Pero, como considera el profesor de la
Academia de Ciencias Militares Vadím Koziulin, suficiente como para que
Washington comience a tenerla en cuenta.
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