martes, 22 de octubre de 2013

Siria y los yihadistas easyJet

 


El politólogo norteamericano Robert A. Pape afirmó en un libro de gran éxito: Morir para ganar, que una de las principales causas que habían alimentado el terrorismo suicida y el dinamismo de los grupos que lo promueven era la presencia de tropas extranjeras en un territorio ocupado. Según esto, Al Qaeda y sus afiliados estaban rentabilizando el descontento que la  agresiva presencia de occidentales estaba generando entre las poblaciones musulmanas.   Muchos asumieron que la presencia de soldados cristianos en suelo islámico era un coctel explosivo que conducía irremediablemente a repetir los desastres de Irak y Afganistán.
La llegada masiva de combatientes extranjeros  a Siria  (estimados entre 6.000 y 10.000) y el protagonismo creciente del yihadismo dentro de la insurgencia  ha desbancado uno de los mitos más asentados sobre los factores que alimentan la violencia terrorista.   Ha sido  Siria y no Mali, el país que se ha convertido en el nuevo epicentro del yihadismo global.   ¿Acaso no es la presencia de soldados franceses ocupando un país islámico un escenario mucho más atractivo para llevar a cabo la yihad que el combate contra otros musulmanes?

La guerra en Siria nos  ha demostrado cómo la fractura entre  sunnitas y chiitas es un elemento de movilización mucho más importante de los que pensábamos. Osama Bin Laden nunca negó que los miembros de esta confesión fuesen herejes merecedores del máximo castigo. En mensajes internos a los cuadros de su organización reconocía que la “cuestión chiíta” debería ser abordada “tarde o temprano”. Sin embargo, tenía muy claro que la prioridad estratégica era erosionar la presencia occidental en el mundo musulmán y especialmente la estadounidense.  

Por tanto, no debía desviarse la atención hacia ningún otro objetivo, sobre todo si este podía despertar contradicciones entre su masa de seguidores.  Esta instrucción fue abiertamente desobedecía por el líder de Al Qaeda en Irak, Abu Musab Al Zarqawi y sus sucesores, cuyo odio hacia los chiitas superaba con creces al que sentía por los “ocupantes cruzados”. El liderazgo original de Al Qaeda ha fracasado a la hora de imponer a sus seguidores esta prioridad. Ante el riesgo de quedar marginados por la pujanza de este enfrentamiento intra-musulmán, la organización terrorista se ha sumado con entusiasmo a promover el derrocamiento del régimen de al-Asad y el exterminio de los musulmanes “apostatas” que lo apoyan.

Pero Siria también nos demuestra como la logística es más importante para entender la evolución de la amenaza yihadista que la ideología. El investigador noruego Thomas Hegghamer demostró en un revelador artículo titulado "Should I Stay or Should I Go? Explaining Variation in Western Jihadists' Choice between Domestic and Foreign Fighting" que sólo una pequeña minoría de los radicales residentes en Occidente que se habían desplazado a una zona de conflicto  en un país musulmán, lo habían hecho para obtener un entrenamiento que les resultase de utilidad para regresar a sus países de origen, y llevar a cabo una acción terrorista.  La mayoría perseguía sumarse a la lucha como un fin en sí mismo.  

Los yihadistas  simplemente contemplaban como algún mucho más atractivo y moralmente justificable la posibilidad de sentirse “soldados”, que combaten junto a sus hermanos contra un enemigo armado, que el hecho de verse involucrados en acciones específicamente terroristas, especialmente si estas se llevaban a cabo de manera indiscriminada contra la población civil. A la hora de buscar esta experiencia de combate, no mostraban una especial predilección por un destino u otro, dirigiéndose simplemente allí donde les resultase más fácil.

La desconcertante realidad de por qué Siria se ha convertido en el gran imán del radicalismo islamista internacional se debe en gran medida a que en este momento es el destino más asequible y barato para combatir la yihad. A diferencia de Mali, no es necesario llevar a cabo un complejo viaje a través de múltiples rutas internacionales hasta aproximarse a un destino final que deberá ser alcanzado por peligrosos desplazamientos por carretera, y donde no existe ninguna garantía de poder contactar con los escurridizos grupos yihadistas que operan en el Sahel.  

Turquía es una potencia turística, enlazada con centenares de vuelos que parten de todos los lugares del planeta. Una vez allí, y pasando desapercibido entre los miles de viajeros que llegan a diario al país, no existe ningún problema en atravesar la frontera hacia Siria, debido a la arriesgada permisibilidad del gobierno turco, el cual lleva permitiendo desde hace años  cualquier movimiento que contribuya a  desestabilizar al régimen de Bashar al-Asad. Aunque se carezca de referencias, es relativamente  fácil contactar con algunos de los grupos armados que combaten al régimen. Una vez dentro de ellos, resulta simple desplazarse por el país y entrar en contacto con filiales de Al Qaeda como  como Jabhat al-Nusra. Si además se viaja habiendo contactado previamente con algunas de las redes de reclutamiento que operan desde Occidente, el enlace es mucho más directo y el ascenso dentro del escalafón de la organización mucho más rápido.

En la yihad afgana contra los soviéticos en los años ochenta, la contribución económica saudí resultó clave para hacer posible la llegada de los combatientes internacionales. Arabia Saudí anunció públicamente que pagaría el costoso pasaje aéreo hacia Pakistán para cualquier potencial combatiente. Igualmente, adquirió el compromiso de igualar cualquier cantidad de dinero aportada por Estados Unidos para apoyar a la insurgencia afgana.  Hoy día, la disponibilidad de recursos económicos ha dejado de ser obstáculo a la hora de alcanzar esta zona de combate. 

Algunos servicios de inteligencia europeos han etiquetado a estos voluntarios internacionales como “yihadistas easyJet”, debido a su predilección por las compañías aéreas low cost que transportan turistas hacia Turquía. Muchos se limitan a comprar por Internet un pasaje sin regreso por menos de 100$. No es necesario llevar a cabo complicadas investigaciones para descubrir las rutas que permiten el tránsito hacia la yihad siria, basta con entra en la web de estas empresas y consultar los aeropuertos desde los  cuales operan estas compañías de vuelos baratos.

En definitiva, que Siria se haya convertido en el segundo receptor de combatientes internacionales de la historia moderna, es una llamada de atención sobre los peligros de intelectualizar en exceso las causas que potencian la violencia terrorista. En ocasiones, la política de precios de una línea aérea es un potenciador más poderoso que el llamamiento a la violencia de un oscuro clérigo radical.

Por Manuel R. Torres Soriano
 
Manuel R. Torres Soriano es Profesor Titular de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide y miembro del Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI).

http://www.defensa.com 

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